domingo, 1 de junio de 2014

Acto segundo


El flexo nos golpea con su luz y un zumbido desde la absoluta oscuridad.

Nuestro sujeto podría pasar horas hablando y no comprenderíamos nada de lo que dice, eso nos han contado, pero se esfuerza por que esto lo entendamos, o al menos eso parece.

Sus muecas, sus gestos, su semblante. Jamás había visto semejante desprecio por todo. Habla de todo ello con total naturalidad, como el que te cuenta lo que hizo el sábado anterior  mientras toma un café sentado en una terraza.

Miro su cara seria, que aun desprende todas esas desquiciantes sensaciones mientras él continua relatándonos su vesania.

- Me miraba y sonreía, parecía que aquella pobre chica no entendía nada. Fue muy insistente y acabamos quedando una tarde ella y yo solos, hizo hincapié en esta última parte. Me sorprendió pues la gente habitualmente prefiere encontrarse conmigo en lugares un poco mas poblados por decirlo de alguna manera. Yo la invite a mi casa.

El sujeto para y toma aire muy, muy despacio. Mira a un lado y a otro. Se reclina hacia adelante y coloca su brazo sobre su rodilla a la vez que agita suavemente hacia los lados su dedo índice extendido. Y avanza.

- En mi casa no paraba de husmear todo. Observaba y toqueteaba. Me estaba molestando, todo le parecía precioso. Y ahí, en mi casa, como si me lo estuviese pidiendo, dijo claramente mientras se sentaba en mi sofá sin permiso alguno “Ya no hay personas como tu, esa frase tan romántica cuando me conociste, ¿la tenias preparada? Fue preciosa” yo no podía contestar otra cosa que no fuese un si. Lo estaba deseando y ella también quería. Pero yo no soy un cualquiera, no me entrego a cualquiera que se me cruce. Además era preciosa, era perfecta, demasiado, era, era…

Dando un golpe con sus dos manos a la vez en el frente de su butaca se levanta, la butaca cae hacia atrás, y comienza a caminar en círculos airado. Me recomiendan que salga un rato fuera.

Él parece mostrarse cooperativo, cosa que nunca había hecho según me están informando. Me perturba aun mas la idea de que quizá yo sea la única persona con la que habla desde entonces.

La luz comienza a desvanecerse.

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