No entiendo muy bien producto de qué esencia se acaba
rodeado de tal grado de monotonía.
Un buen día de a pie te encuentras sentado, aburrido, transportado,
oyendo todo y sin oír nada. Fluyes en un entorno salvaje y desconocido, pero a
su vez lo reconoces como familiar y agradable. Es ese el momento de la
destrucción del creador.
Despiertas por la mañana y notas algo. Te has metido en la
cama sabes que vas a merendar croissant y te duchas, cierras la puerta y sales
a la calle, y sin percatarte estas cerrando la mochila tras guardar un enorme
archivador. Y apagas la luz esperando que llegue ayer.
En el determinado momento piensas detenidamente que ha
ocurrido todo este tiempo. ¿Dónde esta la butaca? ¿Dónde esta la libreta y la
pluma y el tintero?
Estaba ahí. Solo hacia falta eso, esa sensación, ese estado
primitivo del subconsciente. Pensamos que se puede controlar pero no es así. Lees
un texto, ves un vídeo y escuchas una frase tras ello se dispara y vuelves. Vuelve
la butaca, la libreta y la pluma y el tintero. Con todo ello regresa el sentido
de la creación literaria ese sentido que de alguna manera se estaba ahogando en
el fondo del ser. La monotonía desaparece. Vuelves al inicio, al caos. Ese
lugar en el que disfrutas con lo sorprendente de la aleatoriedad. Te olvidas de
tabulas y cuadriculas. Desaparecen las fechas. Ignoras la imagen y abrazas la
nube de eventos porque sabes que es ahí donde esta guardada la libreta, esa
libreta con paginas vacías y a la que oías gritar pero no parabas de arrancar
paginas.