os recomiendo encarecidamente una lectura de esta historia antes de proceder con la mía, aunque no es indispensable la una para disfrutar de la otra, para los mas baguetes.
Sin mas preámbulos os dejo con el acto primero:
Tono gris, quizá con filtro o simplemente tono apagado de
luz, es una habitación cuadrada, pequeña, tiene una cenefa verde pálido muy
descolorida, en la pared del fondo un ventanuco cuadrado con el borde de hierro
y un barrote doblado en el centro. Ilumina la sala un flexo, verde también, que
reposa sobre una mesa baja de madera redonda con un mantelito verde muy oscuro.
En el centro de la sala una butaca blanca, y en ella sentado, pero no de la
forma habitual, si no cruzado con las piernas por encima de un reposa-brazos y
su cabeza colgando desde el otro mirando hacia nosotros se encuentra él.
Viste un pijama el cual podría verse casi como un pijama
uniformado. La imagen se acerca a el como si se entrase desde el exterior de la
habitación y se detiene a un par de metros. Tiene el pelo a media longitud,
enmarañado y una mirada vacía. Transmite algo pero no sabes el que pues jamás
te habías encontrado ante semejante sentimiento. Decir que es como si el fin
estuviese en sus ojos era lo único a lo que se podría hacer referencia. Se
escucha silencio. No el silencio mas puro pues en nuestro silencio recibes
sinuosidades del ambiente.
Esperas. Te lo transmite lentamente. Y empieza a hablar:
-Se lo deje muy claro cuando la conocí y me creyó un tipo
chistoso. Estaba de espaldas la primera vez que la ví, y su cara con pecas me
enamoro aun mas cuando se volteo al oír pasos tras de ella. Era tarde y no
quedaba mucha gente. Al verme debió sentir tranquilidad de haber visto mi cara
alguna vez por aquí. No debió sentirla.
Tras ello empieza a reír suavemente, muy suave casi un
susurro, aunque era una risa muy acelerada la guarda toda en el. Se reincorpora
en el asiento y continúa contándonos aquella atrocidad.
-Al día siguiente se me acerca como si me conociese de
siempre, como si fuese su colega, y me dice “menudo susto me diste ayer” y yo la conteste que quería contar cuantas
pequeñas manchitas albergaba su piel. Que quería recorrerlas y unirlas como si
de constelaciones ignotas se tratasen. A partir de aquí surgió el malentendido.